domingo, 25 de agosto de 2013

Me engañé

Yo no quería,  yo solo me escondí. Asustada entre las sombras, me oculté bajo las sábanas.  En ese lugar ya nadie nunca me vio, ni la mínima agonía pudo conquistarme. Pero el cuerpo no sabe de lugares quietos, menos un alma dispersa contenida a punto de romper como una ola entre las rocas.

Así es como recuerdo mi presencia y ausencia, como la brisa en el rostro golpeando suavemente y desvaneciéndose en el aire.

Es éste corazón que vomita palabras, que se niega a sentir estupideces de antaño,  que llora de vez en cuando y tengo que ahogarlo. Tomo la almohada y lo asfixio, lucha desesperado, pero lo consigo. Lo veo desvanecerse y ni siquiera pretendo ayudarlo. Ya no vale la pena estúpido y absurdo, patético e indomable, iluso y fantasioso, y lo dejo retorciéndose. 

Cuando niña creía que las sábanas me protegían, solo me engañé.