miércoles, 19 de junio de 2013

Mi abuela Y el Pollito

"Cuando eramos niños presenciamos la muerte de 7 pollitos de 14 que ganamos en un concurso en el supermercado. Eran amarillos y hablaban mucho. Mi tía nos dijo que los pusiéramos al sol, porque tenían frío, yo insistí que eso no era sano, sin embargo, porque solo tenía 12 años no podía tener simplemente la razón.
Con mi hermano tratamos de reanimarlos con agua entre lágrimas, conseguimos salvar a 7... Recuerdo nítidamente como ese último pollito seguía respirando levemente, como se iba la vida en cada uno de sus suspiros, intenté reanimarlo sin respuesta, y mi hermano aún mas pequeño me tomó la mano y me dijo "Vane, ya para, déjalo descansar"...Y así lo dejé irse. Los enterramos en el patio, mi tía estaba triste, pero yo le tenía una rabia terrible que se me salía por los ojos..."

Mi vieja me llamó en la tarde, tenía la voz gangosa, me dijo que la abuela estaba mal, que el doctor dijo que estaba en las últimas. Me puse nerviosa. apenas pude trabajar.

Terminé mi horario de trabajo de 45 horas como buena chilena explotada y fui a verla. Estaba en coma desde las 6 de la mañana, y respiraba igual que ese pollito que se desvaneció entre mis manos. La veía irse en cada suspiro, y solo pensaba en el pollito, en la impotencia de ver como esa alma se iba tan indeleble en el aire...

Mi abuela no era un pollito, quizás por lo enfermiza, pero no por su gran valor. Fue una mujer esforzada, una artista no reconocida, de hecho si la veías en la calle, ni la notabas, imperceptible caminaba por las calles de independencia buscando alguna tela para la creación de una nueva maravilla de la moda.

Ella para mi no era una simple persona, era la mujer y es la mujer mas asombrosa que he conocido, supo siempre como hacerme reír a pesar de sentir angustias infinitas.

Yo la recuerdo perpetua entre carcajadas producidas por mi hijo, comiendo algo rico a escondidas, su voz tras el auricular aconsejándome. La recuerdo concentrada con su máquina de coser, la recuerdo de la mano con mi abuelo. La recuerdo como ese pollito, cerrando los ojos y yéndose en paz.

La enterramos en un prado, era el cementerio que ella quería, dijo que olía a pasto, que era verde y siempre habían flores y globos de colores.

La tierra se la tragó, espero que se llene de claveles rojos, y que la lluvia me traiga su aroma dulzón. Espero simplemente que algún día ya no duela tanto su infinita ausencia.